RELATO 3

RELATO 3: FLOR ABIERTA

Intento recordar desde cuándo exactamente me muero por besarte. Me viene a la memoria aquel domingo por la tarde en la playa, tus fuertes y viriles manos sobre mis caderas, en mi espalda, mientras me enseñas cómo coger un palo de golf y hacer un buen swing. Me acaricias levemente las piernas y me rozas los pechos durante la clase, pero sin ninguna mala intención. Intento seguir tus instrucciones, pero tu cercanía me turba. Cuando siento otra vez tus manos grandes, un poco callosas pero cálidas, no puedo evitar imaginarlas sobre mi piel desnuda y fantasear con esas caricias. Al terminar la clase, no puedo más con la fiebre que has despertado entre mis muslos. ¿Te quiero?… No, es demasiado pronto para decirlo. Pero entonces, ¿qué son esas mariposas en el estómago cuando

pienso en ti, por qué te echo de menos mucho antes de que te hayas ido, por qué casi me desmayo cada vez que me besas en la mejilla, cómo es que con solo mirarme o acercarte a mi me haces temblar, o por qué el mero hecho de sentir tu olor me transporta a un mundo de placer, deseo y anhelo de pasión desconocido hasta ahora para mi?

Al día siguiente, me invitas a cenar si así lo deseo… ¿Si así lo deseo? Dios mío, claro que lo deseo; más bien, a ti, te deseo, deseo con fuerza volver a verte, te deseo con locura. Esta noche, esta noche será la noche. Por la tarde empiezo a prepararme, no quiero dejar nada fuera de sitio, quiero que todo sea perfecto, quiero; es más, deseo estar perfecta para ti. Mi mejor y más sexy conjunto de lencería, perfume, algo de maquillaje; y sobretodo, una piel que querrás acariciar, besar, una piel con la que quiero volverte loco. Así que en la ducha, me exfolio a conciencia, me lavo muy bien, no dejo nada sin repasar, hasta que juzgo que sí, estoy limpia. Me hidrato muy bien, y mi truco secreto, me aplico en toda la piel un sérum que la deja satinada, dorada y suave como la seda. Esta noche, si no me comes entera, dejo de ser negra. Cuando vienes a buscarme, ya estoy lista desde hace tiempo, pero decido hacerte sufrir un poquito. La espera es dulce. Unas gotas de perfume en mis muñecas, en mi cuello, en mi nuca, en mi canalillo, en mi ombligo, en la parte baja de mi espalda, mmmmm!!! La noche promete.

En tu casa, cena ligera, fumamos un poco y hablamos de trivialidades. Mientras te escucho, te miro con detenimiento: Realmente, eres muy guapo, un auténtico bellezón. Tu pelo negro rizado está cortado al estilo coronel, con algunas canas que te dan un aire muy interesante. Eres alto, tan alto que para poder llegar a tus labios, tengo que ponerme de puntillas. Tienes arrugas de expresión en tu alta frente, alrededor de tus profundos ojos y de tu boca sensual. Todo tú eres fuerte, fibroso, atlético, musculado… Y sobretodo, me encanta cómo te mueves, pareces un felino, tan seductor, tan seguro de ti, tan turbador… ni siquiera me importa tu barriguita, muestra de lo que te gustan las tapitas y la cerveza. A medida que voy bajando mi escrutinio por tu cuerpo, me voy acalorando. Tu trasero es redondo, precioso, perfecto; tus piernas son largas, tonificadas y bien torneadas; y en medio de ellas, adivino un poderoso «artefacto». ¿Será ese artefacto tan bello y tan delicioso como tú? Vuelvo a tu cara, completamente subyugada por tu poderío masculino. Intento escucharte, de verdad lo intento, pero tu boca, esos labios tan sexys me distraen y me atraen tanto que no puedo apartar la vista de ellos. ¿Hasta cuándo tendré que esperar para saborearlos? No puedo más, quiero besarte, así que decido atacar.

-Si no me besas tú, lo haré yo; te digo mientras me pierdo en la oscuridad de tus ojos. Sorprendido, abres tus bellos ojos, sonríes y te acaricias la nuca. He conseguido ponerte nervioso solo por un momento, porque después vuelve tu seguridad; y pícaro, me contestas.

-¿Y por qué no lo haces entonces?

-Porque quiero concederte ese honor

Mientras hablo, vienes y te recuestas en el sofá con la cabeza en mi regazo. Quieres jugar conmigo un rato más, pero te cojo la cabeza entre mis manos y capturo tus labios con los míos. Creo morirme de placer al notar tu boca sobre la mía, tanto que se me escapa un gemido. Tu boca es suave, húmeda, cálida, jugosa, anhelante, juguetona… es todo lo que había pensado que sería, y mucho más. Respiración contra respiración, bebemos el uno del otro, mis manos buscan tu piel y tú me acaricias a través de mi vestido. Bajo tus expertos dedos, mis pezones cobran vida propia; pero de repente te apartas de mi, no sé por qué… será que no beso bien…

-¿Nos vamos a la cama? Por favor quédate conmigo esta noche…

Esperas mi respuesta, expectante, pero no sabes que me quedaría contigo para siempre. ¡Cómo resistirme a ti, me tienes sin voluntad alguna! Solo puedo ver tus ojos, tu boca tan sexy, solo puedo ser presa de tu olor, de tu virilidad, de ti, todo tú!

Te sigo hasta tu habitación y antes de entrar en ella, me coges en tus enormes brazos y me depositas delicadamente en tu cama. No presto atención a nada más, no puedo ver, hacer o sentir nada que no sean tus besos. Tengo frío y calor a la vez, estoy temblando de deseo contenido, tu boca sobre mi piel es húmeda y caliente. Me muero por ser tuya. Me desnudas y me dejas en tanga. Te levantas y me miras, quiero pensar que estás maravillado por lo que ves, y murmuras.

-Qué bonita eres chiquilla, qué guapa… eres preciosa… pareces tan frágil… una muñeca de porcelana… my little black doll

Murmuras como para ti, me sigues besando lenta y suavemente mi barriga. Vas bajando hacia mi intimidad y mi respiración ya agitada, se desboca del todo. Me besas el interior de las rodillas y de los muslos, mis gemidos se vuelven irreprimibles. Cuando me despojas de mi tanga, noto primero tu aliento y después tu cálida lengua allí, donde más la deseo, no puedo más y tengo el éxtasis más potente que he tenido jamás. No me das respiro y tu lengua me tortura deliciosamente. te recreas, te tomas tu tiempo. Te deleitas con mis jugos y mis carnes, y haces que me corra una y otra vez hasta que te suplica perdón. ¡Increíble! Tanto placer… y solo me habías acariciado… Me dormí en una bruma de placer, satisfecha y abrazada a tu fuerte pecho.

A la mañana siguiente, una lluvia de besos me sacan de mi dulce letargo. Poco a poco, vuelven a mi mente lo acontecido anoche, sonrío y me desperezo lentamente.

-Buenos días mi bella durmiente

-Buenos días mi príncipe

Abro los ojos y lo primero que veo es tu bella carita. De día, eres aún más guapo. Es entonces que me doy cuenta con horror que tú, anoche, solo te ocupaste de mí, olvidándote a ti. ¡Maldita sea…, qué vas a pensar de mí!

Se me debe de notar en la cara, porque preocupado, me preguntas qué me ocurre.

-No, no es nada; solo que anoche, fui la única que se divirtió, y tú…

-No te preocupes por mí, yo me lo pasé muy bien

-… Pero me gustaría devolverte lo que me hiciste sentir anoche, aunque sea un poquito… sino, no me sentiría bien conmigo misma

Con dulzura, me coges la cara con ambas manos, y me dices sonriendo

-Qué bonita eres… y tan generosa…

-No es eso, es que quisiera que sintieras lo mismo que yo sentí anoche, quisiera darte tanto placer como me diste a mí…

No me dejas terminar y me besas tiernamente. Pero yo quiero hacerte vibrar, volverte loco de placer, por lo que la loba dentro de mí aúlla y sale sin remedio. Mis besos y caricias se vuelven exigentes, quiero devorarte entero, pronto el deseo y la pasión nos desborda. Pasas uno de tus largos dedos por mi entrepierna y lo sacas empapado de mis blancos fluidos. Mirándote a los ojos, te lo agarro, me lo meto en la boca y te lo chupo a conciencia. Ese gesto te pone tan a mil que tu miembro, duro y erguido, cobra vida y se mueve por espasmos. Fascinada, te miro a los ojos y después a él:

-¿Puedo tocarlo? Es tan bello, tan grande, tan duro…

Como hipnotizada, alargo la mano hacia él y lo rozo con la punta de los dedos… La fina piel que lo recubre es tan suave, es rosado, de contorno y grosor perfectos, y se nota que me deseas, pues palpita, y estás muy mojado, tanto como yo… quisiera metérmela en la boca, saborearla; pero me levantas la cara hacia ti. Tu voz ronca, tu mirada turbia, todo en ti es puro deseo. Me besas con más pasión aún si cabe

-Negrita mía, necesito estar dentro de ti

-Creí que no me lo pedirías nunca

Me acuesto con las piernas separadas y mi flor abierta, y te invito a libar en ella. Tímido, te acercas y me penetras suavemente. Estoy tan mojada y tan resbaladiza que no hace falta nada más. Quieres ser tierno, pero el gusto y el placer que sientes te hacen embestirme profunda y salvajemente, tu poderosa virilidad me llena entera, tengo la impresión de que me llegas a las entrañas. Mi humedad te atrapa, te abraza, te aprieta, te aprisiona; estás temblando. Los instintos nos dominan por completo y nuestros cuerpos sudorosos bailan la danza de la pasión al ritmo de nuestro deseo. Una y otra vez, recibo tus embestidas, mis caderas van al encuentro de las tuyas, mis pechos bajo tus manos y mi boca contra la tuya. Ya está cerca, no tardará en llegar… pero no, aún no…

Escapo de tu abrazo, y me pongo a gatas y me ofrezco a tí; no te haces de rogar, te pones detrás de mi, me agarras las caderas y, salvaje, me embistes otra vez, y otra vez, y otra vez… tú gimes, yo grito de placer; ya está, me voy a correr… Pero así no, quiero mirarte a los ojos cuando lo haga, quiero ver

en tu cara cómo te recorre la oleada de placer. Hago que te sientes sobre la cama y yo me pongo a horcajadas sobre ti, sentándome sobre tu miembro que me vuelve a penetrar como si ya supiera el camino hacia su casa

-Madre mía, qué fiera eres, mi pantera negra

Mis uñas se clavan en tu espalda y me dejo ir, tú vienes conmigo, temblamos, y los jadeos se transforman en gritos de placer, el éxtasis no nos sorprende, pero es tan, pero tan potente que parece nos corramos por primera vez. Soy la primera en sentirlo, me asalta, me llena, me recorre de pies a cabeza, mi cuerpo se tensa, mi espalda se arquea, grito y me desplomo sobre ti justo cuando tú te estremeces entre mis brazos, sacudido por el torrente de placer que te invade entero. Te miro a los ojos cuando tienes tu orgasmo poco después de mi, tiemblas, vuelves a estremecerte y nos desplomamos sobre la cama, sudorosos, exhaustos, satisfechos y felices. No sé por qué, se me caen lágrimas; pero son de emoción, fue tan mágico, tan perfecto…

-Estás llorando, no te ha gustado…

-Ni lo pienses… es que… ha sido tan maravilloso

-Sí, ha sido mágico

-Me has hecho sentir, me has hecho vibrar, me has hecho sentir mujer, y eso no me había pasado nunca… gracias…

-Gracias a ti mi negrita, gracias pequeña

Nos besamos y nos fundimos en un abrazo, me aprietas contra tu pecho mientras no dejas de repetir una y otra vez: “Mi pequeña, mi pequeña, mi pequeña….”

Scroll al inicio