RELATO 2

RELATO 2: BAILE SENSUAL

Estoy en el cine porque prácticamente me han obligado a salir de casa. Yo disfrutaba de un día de no hacer nada, pues me había pegado una semana de clases impresionante; por lo que no tenía ganas de nada más que de hacer el perro, en la cama o frente a la tv, me daba lo mismo. Pero parecía que Joseph, mi amigo, tenía en mente otros planes. Desde las 6h de la tarde, empezó a llamarme:

-Diga…

-Qué haces?

-Nada importante…

-Pues ya te estas vistiendo que paso a por ti en nada

-Te lo agradezco Josh, pero de verdad no quiero nada, no tengo ganas de nada, no quiero hacer nada, nada de nada. Por favor, déjame…

-Que te lo has creído guapa, ya te estas vistiendo te digo… Si hace falta que te lleve de la oreja, lo haré; así que venga!!!!!!!!!!!!

-Pero Josh….

Tarde, ya había colgado; y si conocía bien a mi amigo (y por desgracia así era), solo me había llamado para avisarme, me sacaría de casa sí o sí. Sería mejor que fuera a ponerme algo encima porque, aunque no quisiera, saldría esa noche.

En esas cavilaciones estaba cuando tocaron al timbre, y evidentemente era Josh. Al llegar a casa, me abrazó, me levantó del suelo, dimos unas vueltas en el salón y me depositó en el suelo, cual pluma de ave.

-Bueno, ya lo has conseguido, me dejas terminar de arreglarme?

-Vale, pero date prisa, que la película empieza en nada y antes me gustaría tomarme algo. Conforme?

-No tengo de otra verdad? Pues conforme.

Con mi trenza hecha, mi vestido blanco y maquillada, me puse un poco de gloss en los labios, agarré cuatro cosas que metí en mi bolso, unas gotas de perfume, me calcé mis sandalias y ya estaba lista. Un cuarto de hora después, teníamos las entradas de cine para “Pirates of the Carribean 2”; y estábamos dando buena cuenta de los helados mientras esperábamos la película. No habíamos acabado nuestros helados cuando tuvimos que entrar a ver los trailers de las pelis próximamente en cartelera; así que entramos con ellos, una cerveza, agua y un inmenso cubo de palomitas dulces que son de verdad mi perdición (un vicio confesable, ¡me encantan!).

La película me gustó mucho, sobretodo los escenarios exteriores… esas playas de blanca arena y de cálidas aguas turquesas me fascinaron; pero ese bicho, el Kracker, ¡madre mía! Eso le dije a Josh al salir de la sesión.

-Qué, no me vas a decir ahora que te espantó el bicharraco ese no?

-No, no me espantó, pero reconoce que su sola imagen o recuerdo mataría cualquier relente de romanticismo… e incluso diría, cualquier libido; no te parece?

-…Ja ja ja ja jaaaaa, qué ideas tienes; dijo riéndose de mis ocurrencias mientras enfilábamos la salida sur del centro comercial. La noche era cálida, bonita e invitaba a muchas cosas; sin embargo no estaba por la labor y seguía empecinada en volver a casa. Por lo que Josh decidió hacer un trato conmigo

-Mira, pesada, más que pesada; ven conmigo a tomarte una Desperado’s al 37º, y después, te prometo que te dejaré en paz y podrás volver debajo de tu cama si así lo deseas… Deal done?

-Ok, deal done!

Mientras hablábamos, habíamos cruzado la rotonda unos metros más abajo del centro comercial, en dirección hacia el pub, y habíamos llegado a nuestro destino sin darnos cuenta. Entramos en una planta baja con una especie de isla central que hacía las veces de barra, de modo que la pista de baile era una especie de círculo. Me quedé cerca de la puerta izquierda y Josh fue a por nuestras bebidas. Esperando, me dediqué a echar un vistazo a la estancia y a la carta de oferta. No buscaba nada… salvo diversión alegrándome un poco la vista, con los chicos guapos y los muy guapos. Mirando distraída, me llamó la atención una cabeza que se desmarcaba de todas las demás. Parecía un árbol alto, joven, solitario y bello en medio de la sábana. Algo en él me atrajo y me quede mirándole unos segundos en los

que se cruzaron nuestras miradas. Sí, era ciertamente un hombre muy guapo, con una mirada profunda. Los juegos de luces de la bola de cristal le otorgaban un halo de misterio irresistible y cautivador. Nos sonreímos, fue casi imperceptible, pero suficiente para que quedara intrigada… Pero inmediatamente después volví a poner los pies en la tierra: ¿cómo ese hombre tan guapo, tan atractivo, tan hombre, tan hecho y derecho, se va a fijar en una mujer pequeña e insignificante como yo?

-Kiara, no sueñes, nunca estará a tu alcance, así que ni pierdas el tiempo en intentar nada.

Un par de Desperado’s y unas entradas a la disco de moda después, me encontré haciendo cola en el baño de la discoteca. Volví junto a Josh que ya me había pedido un Martini que agradecí como agua de mayo. Mientras lo saboreaba, volví a cruzarme con esos ojos oscuros y cautivadores que me hicieron estremecerme ligeramente. Al estar bastante vacía la pista de baile de la disco, pude regalarme la vista con esa maravilla de criatura: Era bellísimo, guapo y atractivo hasta decir basta. De perfil griego, tenía los ojos negros, los pómulos altos y los labios que le dibujaban una boca perfecta, tentadora, que invitaba a besar… no podía apartar la vista de ella. Era muy alto (casi tanto como mi hermano querido), era fuerte, atlético, enérgico y se movía como una pantera siempre al acecho. Ese, su lado animal, lo exudaba cada poro de su cuerpo. Me atraía locamente, como nunca me sentí atraída.

A través del culo de mi vaso, noté que él también me miraba, estaba con unos amigos y de vez en cuando miraba de reojo hacia donde nos encontrábamos Josh y yo… De repente se acercó uno de ellos (pero no el que me interesaba) y se puso a hablar con Josh. No presté atención a lo que se decían hasta que Josh se acercó con él.

-Mira, este es Willian, te presento a Kiara

-Encantado

-Mucho gusto

Después vino una pequeña conversación banal: si lo estaba pasando bien, si venía mucho por aquí, si llevaba mucho en España… trivialidades vamos, preguntas tontas a las que respondía sin dejar de mirar a ese adonis distante y fuera de mi alcance. Pero me imagino que estaría escrito en alguna parte que nos conoceríamos; porque poco después, Willian se fue hasta su grupo de amigos, intercambió brevemente unas palabras con el guapérrimo de perfil griego que no dejaba de mirar hacia nosotros, y finalmente vinieron para unirse a Josh y a mí. Después de las presentaciones, supe que se llamaba Khaleb, que tenía poco más de cuarenta años (como a mí me gustan, maduros con experiencia, hechos y derechos), y que de cerca, estaba aún mejor. Dirigiéndose a mi amigo, quiso saber:

-Vosotros estáis juntos

-Pues claro, es que no nos ves?

-No, no me has entendido… quiero saber si… vamos, si estáis juntos

-… No te entiendo

-Bueno, es tu novia, salís juntos?

Josh se rió de buena gana, pero yo me apresuré a aclararle su duda

-No, no estamos juntos, no es mi novio, soy una chica soltera

Él aprovechó la ocasión para acercarse más a mí e hizo que nos separáramos un poco del grupo. Asombrado, preguntó:

-Cómo es posible?

-…Pues no sé qué decirte… y tú?

-Soltero y libre como un taxi

-Ah, y cómo es posible? Quise saber, imitando su misma cara de asombro. Lo encontró divertido y me sonrió descubriendo una perfecta hilera de dientes blancos como perlas nacaradas. “¡Guau!”, pensé. Sí, era perfecto, sus ojos brillaban con la semi-oscuridad del local; pero además del brillo de diversión, leí en ellos algo más, algo muy intenso que me hizo estremecer de pies a cabeza. Una corriente de deseo me atravesó cuando se acercó para susurrarme al oído algo que ahora no recuerdo. Solo pude concentrarme en lo que sentía: El vello se me erizó al sentir su cálido aliento sobre mi piel, mi respiración se aceleró, mis pezones se endurecieron . No querría separarme de él jamás, habría dado lo que fuera porque permaneciera allí, en el hueco de mi cuello, en mi oreja, mi nuca… pero se alejó. Alejó su boca de mi cuello rozándome la mejilla con sus labios. No podía más con esa oleada de sensaciones. Temía mirarle por si notaba el efecto que producía sobre mí. Cerré los ojos y bajé la cabeza para recuperar un poco la compostura, pero no fue suficiente. Estaba tan, pero tan cerca de mí que captaba su olor, a tabaco y a Dior… ¿Dune quizás? El caso es que se me metió en la cabeza, bajo la piel; pero eso no fue todo. Me rodeó la cintura con un fuerte y musculoso brazo, me atrajo hacia él con dulzura, pero con firmeza; y sus labios volvieron a bajar hacia mi oreja para preguntarme si querría bailar con él mientras que su otra mano entrelazaba sus dedos con los míos. Estaba perdida, completamente subyugada por él; pero lo peor era que no quería escapar de su embrujo. Me apretó contra su cuerpo y pude sentir un pecho fuerte y trabajado, un estómago plano, una espalda y unos brazos duros, atléticos, unas piernas largas, fuertes y tonificadas; y lo que me llamó más la atención, … la virilidad hecha carne. ¿Cómo escapar de ese festival de testosterona, todo un himno a la masculinidad?

Mientras me llevaba por la pista de baile, procuré no mirarle mucho; pero después pensé:

-¿Qué narices… ya está bien de tanta mojigatería, te gusta? Pues házselo saber de una vez

Cerré los ojos y al ritmo de la música, escapé de sus brazos, di una vuelta alrededor suyo, me puse delante de él y le di la espalda. Pegué mi trasero contra su partes y me puse a contonear mis caderas cual bailarina exótica. Cogí sus manos e hice que recorrieran mi estómago, mis caderas, mis piernas, mi espalda, mis pechos …  Lo olvidamos todo: la disco, la pista de baile, la gente, nuestros amigos… Solo existíamos él y yo, la música y nuestros cuerpos pegados el uno al otro. Pero el sensual baile tendría fin tarde o temprano; así que antes de que terminara, le cogí la cabeza entre mis manos e hice que me mirara, para que supiera sin lugar a dudas lo que me había hecho sentir.

-Madre mía, cómo te mueves chiquilla; me susurró, casi al borde del éxtasis

-Pues tú no te quedas atrás… espero que lo hayas disfrutado tanto como yo; añadí mirándole directa a los ojos. Sí, ese algo que había leído en ellos seguía allí, más fuerte, más intenso que antes, más turbador que nunca.

Me sonrió, enigmático. Sabía que tenía… o mejor dicho, quería algo.

-Sé que tienes un montón de interrogantes, pero será mejor que hagas como yo. Pues conservaré en mi memoria ese baile tan sensual que compartimos, las sensaciones que me recorrieron, lo que me hiciste sentir… lo guardaré como el más preciado de los tesoros. Adiós, bello desconocido

Lo deje en medio de la pista después de haberle besado lo más cerca de los labios posible, pero sin llegar a ellos, me despedí, cogí a Josh y nos fuimos a desayunar churros con chocolate. De vuelta a casa, me dormí con el recuerdo de unos ojos negros, unos ojos llenos de deseo que habitaron mis pensamientos y velaron mi sueño.

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